Este pasado lunes 15 de febrero, tuvo lugar una charla-coloquio en Doneztebe, Navarra, a través de la Escuela Infantil Askin y la Manncomunidad Malerreka, entidades organizadoras del evento, donde desarrollamos el tema de la Regulación emocional y los Conflictos en la Convivencia Familiar.

Hablamos de muchas cosas, pero el punto central para entender qué podemos hacer en esos momentos difíciles, y siguiendo la idea del proyecto “Empiezo por mí, para darte lo mejor”, es que somos los adultos, las madres y padres, los que necesitamos primeramente controlar y manejar esas emociones alteradas cuando estamos a punto de estallar, calmándonos, y a partir de ahí, podremos reconducir a nuestros hijos hacia la calma y que ese momento no se convierta en un conflicto.

Normalmente, cuando necesitamos decirles “No” a algo, se lo repetimos muchas veces, y acabamos gritando o castigando y se produce la desconexión emocional y distanciamiento entre nuestro hijo y nosotros. Otras veces, nuestro hijo-a está cansado, o se ha acostumbrado a que cedamos ante sus peticiones, y se produce un enfrentamiento entre nuestro No y su insistencia, quizás también gritando o con una rabieta.

¿Qué podemos hacer ante este tipo de situaciones?

A las madres y padres, en esos momentos de tensión emocional, parece que solo nos vale que nuestros hijos se hagan adultos de repente, se calmen solos y dejen de llorar entrando en razón y diciendo: Vale, mamá, lo hago ahora mismo.”

Pero tenemos que tener en cuenta que los niños, por la naturaleza de su cerebro, no están preparados ni capacitados cerebral y cognitivamente para hacer esos razonamientos, ni tampoco para regular su alteración por sí mismos. Por eso, nos necesitan para que les vayamos reconduciendo hacia la calma, de diferentes maneras según la edad.

Cosas necesarias para tomar el Control de la Situación y Reconducir a nuestros hijos:

 

  1. Respirar profundo y alargado unas 5-7 veces, para después controlar nuestras palabras, tono, volumen… de forma más adecuada, sin gritos, sin amenazas, sin chantajes, sin agresividad, y poder decir lo que le pedimos que haga con firmeza y buen tono, sin ceder, manteniendo nuestra instrucción.

 

Recordad que nosotros somos sus adultos de referencia, y quienes podemos y debemos manejar la situación para ellos aprender de nuestro ejemplo. Esta es la única manera de comunicarnos de modo positivo y respetuoso con ellos, sin agresividad o descontrol, y además, es la forma en la que ganaremos en Autoridad, sin ceder, sea lo que sea que estemos diciéndoles.

 

  1. No vamos a explicarle lo que queremos que haga o deje de hacer, si está en medio de la rabieta o el enfado. El niño necesita estar en calma para que su cerebro le permita comprender lo que le pedimos.

 

Si insistimos en decirle que no, o le gritamos para que haga esto o aquello, solo le provocará más llanto o enfado, incapaz fisiológica y cognitivamente en esos momentos de comprender lo que le pedimos. Nosotros nos frustraremos al no conseguir lo que queremos que haga, e iremos perdiendo la paciencia y el control de la situación.

  1. Después de respirar profundo y calmarnos, podremos reconducir al niño con buen tono hacia la calma, tocando, acariciando siempre que nos lo permita, sobre todo en los más pequeños, y dándole espacio para llorar si lo necesita, diciendo que estaremos ahí, cerca de él, mientras se va calmando, sin prestar mucha atención a su pataleta de forma directa, solo diciéndole de vez en cuando que estamos ahí para cuando se calme.

Es cierto que según la edad, lo haremos de un modo u otro, pues las rabietas son diferentes. Cuanto mayor es el niño, sus rabietas y enfados son más para retarnos o chantajearnos, y deberemos permanecer en calma, con voz firme, insistiendo en lo que hemos dicho, sin ceder.

  1. Cuando el niño ha vuelto a la calma, su cerebro ya estará preparado para escuchar y comprender, y podremos hablar con él/ella, y explicarle las cosas, que nos cuente cómo se ha sentido, cómo nos hemos sentido nosotros, porque también es necesario que sepa qué nos pone nerviosas/os o nos hace sentir mal, qué es lo que le pedimos que haga, qué es lo que no está bien o qué es lo que No le dejamos hacer.

Cuanto mayor es el niño, le acotaremos el tiempo de vuelta a la calma si ya ha aprendido cómo ir regulando sus emociones con nuestro ejemplo, pero siempre acompañándole, aunque sea de lejos. Le diremos, si tiene 6 años o más, que esperamos por ejemplo 5 minutos para que se calme, y vuelva con nosotros para hablar del tema. Y en esta cuestión, es de vital importancia que tengamos ya habladas y fijadas con el niño las posibles consecuencias, naturales y lógicas, si no cumple la norma de convivencia que hayamos previsto entre todos.

Las consecuencias cuando no colabora y su conducta va en contra de lo que habíamos previsto para una buena Convivencia (las Normas, pocas y claras), el niño debe conocerlas de antemano, para saber qué puede suceder si no las cumple, y además se lo recordaremos dos veces, por ejemplo, para darle tiempo a decidir en ese momento si quiere cumplir la norma y colaborar, o si decide no hacerlo, sabiendo las consecuencias. Y aquí debemos ser firmes, sin ceder, ambos progenitores, o los adultos de referencia, siempre de la mano y con unión, pues será el muro que el niño encuentre, los límites, siempre los mismos con uno o con otro.

De este modo, con unión parental, con unicidad de normas, la colaboración surge en los menores de forma más espontánea, al sentir que los límites, su marco de protección y seguridad es fijo, el mismo, la firmeza en los criterios y el amor de sus padres en el modo de comunicarse con él.

Y esta es la Vía respetuosa y saludable de Comunicación y Gestión de Emociones y Conflictos con nuestros pequeños: calmarnos nosotros para comunicarnos de forma positiva. Acompañarles en su frustración porque no reciben lo que quieren, calmándoles, y hablando con ellos desde la calma más tarde, cuando estemos jugando, paseando, o haciendo algo que nos conecte emocionalmente a ambos, para que comprendan el Valor positivo que hay detrás de esa norma o pauta que les hemos dado.

Las normas deben inspirarse en Valores positivos de Convivencia, no estar basados en cosas sin sentido o manías personales. Deben tener un fundamento profundo, que el niño debe ir conociendo e integrando como Valor Familiar y que les iremos explicando cada vez para que comprendan el porqué de la norma: hablar si gritar o insultar, no pegar o tirar las cosas, ordenar nuestro espacio vital, colaborar con las cosas de casa, respetar y colaborar con sus padres con las cosas que les piden……

Solo así las normas tendrán sentido y coherencia en sus vidas.

Se trata de sentir que estamos haciendo bien las cosas con nuestros hijos e hijas, satisfechos como madres y padres con la Crianza día a día. Y hacer sentir bien a nuestros hijos, queridos y bien guiados, seguros, por el buen trato que reciben con una Comunicación Adecuada, aunque se enfaden o tengan rabietas.

Y recuerda siempre:

“El buen trato a nuestros hijos está en el modo en que nos comunicamos y relacionamos con ellos”

Espero que haya sido de ayuda para todas y todos.

Un aabrazo y Feliz Crianza

“Empiezo por mí para darte lo mejor”

Crianza Positiva y Convivencia Familia